Nací en Ankara en 1978. Los primeros años de mi vida los pasé en İskenderun, debido al trabajo de mi padre. Pasamos días maravillosos en aquella pequeña ciudad del sur donde teníamos vidas extrovertidas, relaciones íntimas con la naturaleza y el ser humano, sin mentiras y en perpetua alegría, una alegría que se basaba en las continuas relaciones con los amigos y vecinos.
A los ocho años, nos trasladamos a Estambul y a partir de entonces, esta ciudad se convirtió en mi “verdadero” hogar.
Mi padre también nos motivaba a leer. Recuerdo perfectamente el momento en que empecé a leer: leía un libro de tipo “Jaimito” sin cesar y entonces mi hermana llamó a mis padres diciendo: “miradla, está leyendo”, como si estuviera haciendo lo más importante en la vida. No había seguido a mi hermana antes, quien estaba dedicada profundamente a leer. Mi primera tarea dada por mi padre fue leer “Mi planta de naranja-lima” de José Mauro de Vasconcelos. Sin embargo, yo había ocultado el libro en un lugar distinto cada día, como en el cajón de los calcetínes e incluso dentro del cubo de basura... Pero mi hermana siempre encontraba el libro y se chivaba a mi padre. Pero una vez hube leído el libro, el acto de leer ya se convirtió en una necesidad como comer y beber agua y nunca más lo abandoné.
Tenía doce años cuando le dije a mi padre, “yo ya yengo doce años y aún no he podido visitar un país de Europa”... Y estaba en el tercer curso de la escuela secundaria cuando por primera vez las amigas nos reunimos para ir a la Calle de İstiklal y bebimos cerveza en “Çiçek Pasajı”. Ibamos a recitar versos: “Rompe las cadenas Spartacus” aunque no teníamos ninguna. Nos habían echado del Café Kaktüs el día que pedimos vino con nuestros uniformes de colegio... Tenía catorce años cuando encontré entre los discos de mi padre el doble LP de “Woodstock”. Al escuchar el disco entero la canción que más me gustó fue “Saturday Afternoon/Won’t You Try”. Después, recogí todos los casettes y algunos discos de Jefferson Airplane de Zihni en el Pasaje de Akmar y a partir de entonces, el grupo se convirtió en uno de mis favoritos para siempre. Oliver Stone filmó “The Doors” y todos nos convertimos en adictos de la película. Nos sentimos ansiosos de vivir como los de la generación del 68. Tenía dieciséis años cuando por vez primera viajé por Europa con la mochila. Al advertir que, tendida en el muro de la Basílica del Sacré-Cœur y escuchando “Sous Le Ciel De Paris” en el walkman, el músico que estaba a mi lado tocaba la misma melodía, me sentí consagrada.
Estaba en la escuela secundaria todavía cuando me enamoré del teatro. Hubo un tiempo (algunos lo van a entender) en que El teatro del Municipio vivió una época de esplendor. Cada vez que cierro los ojos y me veo en la sala del Teatro de Haldun Taner, me siento feliz. Iba a ver todas las representaciones de Tilbe Saran dondequiera que fuera. Fue también en aquellos tiempos cuando mi padre me mandó una flauta travesera de Alemania y la toqué durante muchos años. La costumbre de seguir los festivales de cine, de teatro y de música que tuve en esos días sigue hoy todavía.
En la etapa de la Universidad, el viento del tiempo me sopló hacia la Facultad de Económicas de la Universidad de Estambul, donde seguíamos las clases en inglés. No sería posible decir si me gustó o me interesó mucho. Mientras tanto, tenía intenciones de trabajar. Durante un tiempo, gané dinero en márketing de libros, di clases privadas de matemáticas por unos años y guié a los turistas en inglés en la Anatolia histórica. Me gustó tanto el acto de guiar que decidí aprender un segundo idioma en el primer año de la Universidad y entonces, lo eché a suertes, el español, que escogí como segundo idioma marcó un hito en mi historia personal. Por un tiempo fui a Barcelona para progresar con el español. Al volver a mi país recurrí a una buena compañía de turismo y les dije que tenía ganas de guiar a sus grupos a España. Me llamaron y me mandaron a Italia. A partir de entonces, empecé a viajar a Italia casi cada mes y aprendí el italiano.
A lo largo de mi educación en la Universidad, viajé a distintos países con grupos turcos. Después de terminar la carrera en la Universidad, terminé el curso del Ministerio y obtuve la licencia para ejercer como profesional en el puesto de guía. No hice nada acerca de mi especialización en la Universidad ya que el turismo había penetrado dentro de mí. Guiaba tanto a los grupos extranjeros en Turquía como a los grupos turcos en el extranjero. Nunca me abandonó la pasión de viajar y aprender más y más en cada momento. Y de acuerdo con la pasión de viajar y aprender, siempre amplié mis límites, tanto en mi carrera profesional como en mi vida personal. Ya a la edad de 27 años, había estado en 6 continentes. En el año 2004, empecé a trabajar también en cruceros y así tuve la suerte de viajar con muchas compañías marítimas americanas e italianas las cuales tenían flotas en todas las aguas del mundo.
A principios de mis treinta años, me apasionaron la ópera y la fotografía y me dí cuenta cada día mejor de que había tantas cosas en el mundo para ver, leer, realizar y experimentar... Y de que una vida nunca sería suficiente para todo eso...